miércoles, 9 de diciembre de 2009
Extracción casera de ADN de fresas y cómo estudiamos la evolución
El 28 de noviembre fue la clausura del Año de la Evolución en la Alameda Central del DF, tal fecha ya que era el sábado más cercano al 24 de noviembre, día en el que hace 150 años se publicó On the origin of species. No pude ir.
Unos meses antes, el 11 de Febrero, es decir un día antes del 200 aniversario del natalicio (amo la palabra natalicio aunque sea horrible) se inauguró dicho evolutivo año en la Explanada de Rectoría de la UNAM. Claro que fuí.
Esta entrada de blog pretende, simple, subir a internet los carteles con los que participé en tal evento. Uno son las instrucciones para hacer una extracción casera de ADN de fresas. Estuvimos en la carpa de actividades, a la gente le gustó y el objetivo era que pudieran ver con sus propios ojos a la famosa molécula de la herencia, clave para la evolución. Sencillísimo de hacer, divertido, impresionante y olorosamente delicioso. Muy recomendable como práctica para secundaria o prepa, incluso primaria.
La otra es un cartelito que la Loba (i.e. la Dra. Vázquez Lobo) diseñamos y titulamos "Una aventura más del laboratorio de genética y evolución y el Dr. π", entretenido comic en el que explicamos cómo estudiamos la evolución en nuestro laboratorio.
Siéntanse libres de distribuir y utilizar las imágenes para dar talleres, pláticas, tareas o lo que sea, siempre y cuándo no sea un uso comercial (no hay que ser gandallas) y, de preferencia, me contacten para hacer modificaciones. En otras palabras están licenciadas como Creative Commons Attribution-Noncommercial 2.5 Mexico License.
Si necesitan una versión de mayor resolución o el archivo .psd contáctenme y con gusto se los mando.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Extractos de libreta de campo: La colecta del Huehuento
Sin más aquí está lo que escribí en mi libreta de campo sobre la la colecta de Juniperus blancoi var. huehuentensis del Cerro Huehuento, Durango.
Ah, les recuerdo que si le dan clic a la imagen los lleva a la versión en grande.
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Cuatro años después, cuatro horas de carretera, no de terracería. Polvo más dorado que ocre. Huachichiles es una de esos pueblos que los mapas se olvidaron mencionar. Dejamos el pavimento después de Nuevo Patria, con la ilusión de posponer entrar a la brecha. Una hora y media más de camino acercándonos lentísimamente al punto, a no más de 30 km.
Horas más sin ver personas, rodeados de encinos y pinos que forman un bosque extrañamente colorido y diverso. Encontramos otra camioneta en dirección contraria, llanta ponchada, uniformados de militares con el escudo de Durango. Les ofrecemos llevarlos, nos aclaran que estamos en el camino correcto: ellos son de Huachichiles. Las Vegas (o Las Flechas, nunca se esclareció el nombre), es la unión de tres caminos: el nuestro, el que debíamos haber tomado en un principio y el que ahora recorremos rumbo a San Luis de Villa Corona. Se terminan nuestras instrucciones, el camino lo conoce la gente, la distancia y el tiempo son tan inciertos como siempre.
Según el GPS estamos a menos de 3kms en línea recta hacia el punto, pero no sabemos que brecha tomar. Finalmente llegamos al pueblo y preguntamos en la primera casa con movimiento. Es tardísimo, cinco de la tarde y estamos paralizados. La señora (Felicia o Felipa) habla por radio con su esposo (El Camarón) y pinta para mí un escenario funesto: tres hora o más para subir. Ya es muy noche, podríamos quedarnos a dormir pero no tienen muchas cobijas, qué si nosotros traemos. Regreso a la camioneta. Daniel y Ana van a reprocharme probablemente hasta el fin de los tiempos el tan llamado “plan A”.
Sin embargo no fue necesario. Ante la cara seriesísima del Dr. Piñero regresé de una segunda incursión a la casa con buenas noticias: hay un señor que puede ayudarnos, se llama Apoli (escucho por el radio) y viene para acá. Don Apoli, corto de Apolinar, es el Presidente del Comité de Vigilancia de la Participativa El Huehuento. Le planteamos en pocas palabra la situación. -- Si quieren cortar los árboles no los dejo-- dice con un tono serio pero no agresivo. --No-- yo de inmediato -- sólo unas hojitas, créame que soy la primera en querer cuidar esa plantas.
Una media hora hasta donde se deja la camioneta y 20 minutos más ala cima. Voy en la parte de atrá de la pickup con ello, me cuentan de u bosque. Perdón, no he introducido a Don Tomás, un hombre de ojeras negras y mirada sorprendida que apena venía bajando cuando lo encaminamos a nuestra veloz expedición.
Apoli me cuenta de su bosque, hablamos de los nombre comunes y científicos de los árboles, de cuántas plantas meten por reforestación y de u programa de manejo. Palabras en frases breves desde el borde metálico, cada curva mis dedos se aferran afanosos para mantenerme dentro del vehículo. Trato de explicarles lo que quiero hacer con Juniperus blancoi. --¿A oído hablar del ADN? -- ¡Cómo no! si etá la duda de si es el hijo, se hace la prueba y se desmiente.
Bueno, otra que no me perdonan Ana y Daniel. Pero tras sus bromas, creo que Don Apoli, Don Tomás y yo si llegamos a una especie de entendimiento. --¿Ese es deppeana? --dice Tomás-- nosotros le llamamos táscate, él que usted busca ha de ser el de hasta arriba, el tascaliyo.
El camino termina y la pendiente continua hacia arriba y abajo. La montaña nos cubre con la sombra de un atardecer que no vemos. Empezamos a subir con la prisa de lo entusiastas y a los pocos minuto el corazón y los pulmones nos vuelven más sensatos. Me adelanto con los ejidatarios, olvido pedirle el GPS a Daniel. Junto al tronco gigantesco de un oyamel hay una pared descomunal de roca de casi 90°. --Aliciaaa --grita Daniel-- el punto está a 61 m de dónde estoy a donde estás tú. Triangulo las distancias, debe haber 60 metros entre mi asesor y yo... levanto la vista, ahí, al final de los 40 m de la pared de roca veo una rama retorcida que sin duda es de J. blancoi var. huehuentensis. Bien ahí está, ahora hay que llegar, carajo.
Don Tomás y Don Apolinar se miran --Ah, usted quiere llegar a la punta, punta, ahí se sube por el otro camino, aunque igual y los que busca también se ven del otro lado, saliendo del túnel. Sí, un túnel. En la pared había una grieta, un tunel apenas de mi ancho, que cruza el macizo de roca de lado a lado. Dudando de mi prudencia sigo a Don Tomás que ya desapareció en la cueva. Salimos del otro lado, la Sierra Madre Occidental me recibe de golpe, casi pierdo mi mirada por siempre.
Volvemos. Tan cerca, no podría regresar ahora sin las muestras. Pregunto insistente si no hay una manera de llegar a la cima que no sea por el otro camino (que implica un rodeo de horas en el coche). --Pues si no le da miedo la escalada le podemos intentar por la subidita de allá ¿no Tomás?-- dice Apoli como dudando. --Pues de a perdida la vemos --respondo.
Ana llegó, Daniel está cerca, les prometo no más de 30 minutos. Hacia nuestra derecha la pared de 90° disminuye su pendiente y baja en forma de pequeñas cañadas y formaciones sin un camino fijo pero bastante escalables, no se ven tan difícil. A los pocos minutos Daniel y Ana desaparecen de mi vista y tampoco puedo escucharlos, tenemos el viento en contra. Apolinar, Tomás y yo avanzamos con cuidado y cada quién siguiendo su propia ruta. De vez en vez tiro las piedras sueltas antes de sujetarme con la mano o poner el pie, causo pequeñas avalanchas de rocas, grito que no pasa nada, en caso de que Daniel y Ana escuchen el revoltijo y me piensen entre los escombros. De pronto la luz directa del sol en mi cara y ahí, cubriendo el borde del precipicio como un musgo gigante, el primer arbusto de J. blancoi var. huehuentensis. Busco frenética una ramilla con conos y grito, como era de esperarse, que sin duda éstos son. Subo un poco más y contemplo la cima rocosa cubierta de pequeños parches verdes, enredados entre sí y estóicos a nuestra presencia, el sol que se oculta y de nuevo la Sierra Madre Occidental presumida de su esplendor y mis ojos que nunca habían visto tanto bosque continuo. Me pongo práctica --Esto es un macho, esto una hembra --digo con una ramilla de cada tipo-- con un tanto así de hojas y conos basta, necesitamos 20 individuos en total, que no sean del mismo parche, cada quién colecte en un lado distinto de la cima, no vayamos a tomar al mismo dos veces. Fin de las instrucciones y corremos a juntar mis muestras. Diez minutos y estamos listos. Imposible sin ellos, no creo poder terminar de agradecerles.
A la sombra de la montaña la luz es gris y pesada. Dejamos las formaciones de rocas apenas con la suficiente para ver. Daniel, supongo, se debate entre la sorpresa de que realmente haya conseguido las muestras y el deseo de matarme. Descendemos el cerro a oscuras, con las luces de la camioneta dibujando a penas los metros indispensables. Dejamos a los ejidatarios en su casa, intercambio de datos hecho, no hay promesas en el aire, pero sí nuestro más sincero agradecimiento e interés en el sitio.
La terracería de regreso es fría y mucho más animada que de día. Rebasamos, después de seguir por largo rato en medio de una polvanera peor que la más densa niebla, por lo menos a cinco camiones que trasportan troncos colosales. Uno responde a nuestro saludo de claxon y el bosque entero se estremece. Ana domina el volante como si desde siempre conociera los desniveles de la ruta, hasta que el pavimento aparece como una consecuencia de las horas.
--Primero manejo hasta Durango que volver a meternos a El Salto-- sentencia Daniel. Son las 11. Ana y yo pensamos en buscar antes algo en Llano Grande, a pocos kilómetros. Lo encontramos, es una casita de madera escapada de algún cuento que dice HOTEL en letras grandes y rojas. No hay iluminación. No hay timbre. Nos paramos en frente más para tomar fuerzas para reemprender el camino que para otra cosa. En eso sale un hombre de mirada rígida pero con bata debajo de una chamarra gruesa . Ana baja 5 cm el cristal e intercambian palabras. Sí, es un hotel, sí, tienen baño dentro de las habitaciones, sí, ahí podemos dejar el coche. Somos los únicos huéspedes, el encargado nos da las llaves de dos habitaciones y desaparece. Piso y paredes de madera, pasillos angostos de techos bajos que se conducen por laberintos a cuartos amplios. Hace menos frío que afuera pero nos estamos congelando. Robo algunas cobijas extras de una habitación abierta. Daniel está envuelto en dos sarapes y se ríe de que Ana y yo pretendamos comer algo, pero los tres devoramos felices sanwiches de nutella.
A la mañana siguiente hay, además del revivido encargado y dos niñas, una señora en la cocina-comedor de la cabaña. Vuelvo con Daniel y Ana para decirles que tenemos desayuno. Comemos un caldo de verduras y pollo con tortillas y frijoles, de esos que restauran a cualquiera y escuchamos las particularidades de la historia del hotelito.
La camioneta es un pambazo. --Bueno-- dice Daniel en su tono característico y reímos.
sábado, 31 de octubre de 2009
Toma de protesta y portada de mi tesis
Ayer finalmente eclosioné como una bióloga. Pensaba escribir algo, pero no he encontrado el ánimo correcto. Entonces, por no dejar pasar este momento cursi, los presento una versión ilustrada (y en plural) de mi parte favorita de la toma de protesta de la Facultad de Ciencias (bueno, no se sí de todas las carreras, cuando menos de Biología) y con la portada de la presentación de mi tesis.
Goya.
lunes, 5 de octubre de 2009
Ancestría-descendencia y la vida y sus coincidencias
Mientras ella buscaba no sé que tanto en el baño me puse a escanear un minilibrero junto a la ventana y encontré, al lado de una versión en italiano de la Divina Comedia, algo que capturó aún más mi interés: Theilhard de Chardin y el problema de la evolución de Bernard Delfgaauw . El librito rojo de pasta dura es una especie de síntesis comentada de las ideas de aquel jesuita que se adentró en la paleontología y que trató de conciliar la ciencia, particularmente la teoría evolutiva, con la doctrina cristiana. Si empiezo a entrar en detalles podría escribir una tesis al respecto, partiría por ejemplo de su percepción de que "todo el universo se encuentra en constante evolución"; o podría comentar sobre el hombre de Pitdown y los ensayos que S. J. Gould escribió al respecto; o de plano podría olvidar el ámbito de la academia y los tantísimos estudios en torno a la vida y obra de Theilhard de Chardin y platicarles que sus ideas aparecen en Hyperion, uno de mis libros de ciencia ficción favorito. Ven, por eso no hablaremos de Theilhard de Chardin más allá de que es uno de los personajes en la historia de la teoría de la evolución.
"Tía, perdóname pero este me lo quedo" dije mientras leía en la primera página con la letra cursiva de mi abuela "Sra. Guzmán, 3-III-001". Si yo soy un conjunto de contradicciones mi vida es un conjunto de coincidencias. Las últimas semanas he traído a mis abuelos enredados en el pensamiento y ahora aparece en mi vida ese libro.
Será que eso de escribir sobre la ancestría y la descendencia, aunque sea en término de secuencias de ADN y deriva génica, acaba por hacernos pensar en nuestra propia historia. No lo sé, pero me encantó encontrarme con que mi abuela había leído en el 2001 sobre Theilhard de Chardin. "Le platiqué mil veces que mi tesis trataba sobre cosas de evolución y nunca mencionó palabra alguna del jesuita" le dije a mi tía como preguntándome si realmente habría escrutado las páginas. "Así era tu abuela, no le gustaba presumir de sus conocimientos, que eran muchos, pero mira qué personaje era, leyendo eso a su edad". Y sí lo hizo, me siento segura sin esa certeza científica pero con esa sensación que deja recordar viejas conversaciones y entender algo en sus ojos.
martes, 29 de septiembre de 2009
"Hacer ciencia" (entre comillas)
"Para mi adorada Alicia, que me gustaría muchísimo que siguiera mis huellas en vez de estar entretenida con la historia de las plantas..."
Yo no podría dedicarme a escribir, si es que a eso se refiere con seguir sus huellas, pero me hubiera gustado nacer con ese destino. Alguna vez pensé ser pintora, a ratos me sueño en óleos. De vez en vez, sobretodo en el climax de mis crisis existenciales, pienso que ser bióloga, dígase "hacer investigación" o "contribuir al manejo sustentable y conservación de los recursos naturales" es una ridiculez total, y entonces creo que lo único que puede llegar a tener sentido es el arte.
Pero dejemos esa pelea para otro round, en realidad quería decir que siempre logro salir, o me logran sacar, de esos laberintos y que hago las cosas con la necedad y el entusiasmo que se debe. El minotauro que me guía a veces es una conversación con migo misma arriba de un árbol, en una azotea o en los largos kilómetros de las carreteras de nuestro país; otras tantas la voz de una amistad repitiendo lo absurdo de mis palabras; el propio mundo que me sorprende con incógnitas bellísimas que alguien ha logrado descifrar o con paisajes por los que vale la pena sentar batallas; y así, cosas humanas para problemas existenciales de humanos, porque al fin y al cabo, vengo a descubrir, la ciencia la hacen personas. De un tipo particular, pero Homo sapiens. Bajemos tantito del monte donde solemos poner a la ciencia y admitamos felizmente lo humanos comunes que somos.
Discutir sobre hacer ciencia amerita grandes ensayos, pero también es parte de la vida cotidiana de muchos. Por eso hoy decido que Jorge Cham, el creador de phDcomics es un verdadero filósofo de la ciencia como Quino lo es de la vida. La agudeza de sus ocurrencias es maravillosa, por ejemplo esta que me encontré hoy:
Por eso también decido que esa manía social, que hasta ahora no había entendido, de "comprar cosas para sentirse bien" también aplica a llenar una satisfacción oculta de nicho, a sentirse un geek feliz, a encontrar una inesperada y feliz inspiración para terminar las correcciones de una tesis que, dejando de lado todas las pretensiones de la ciencia (y del arte), es una de tantas cosas que hacen las personas.
He aquí algunas de las cosas que me entusiasmaron hoy:
Cortina para baño con la tabla períodica de los elementos
Molde para cubitos de hielo con forma de π
Una tarjeta todo en uno.... nice nice
Esta pluma 5 en 1. AHHHH!!!!!
CARGADOR SOLAR PORTATIL.
El salero y pimientero más chidos de la historia.
Un kit para preparar cocteles. ¡A todo su debida seriedad!
Y unas medias para darle un toque femenino a todo esto
¿Me paso con el consumismo? Piedad, un poco de incentivos materiales no caen mal de vez en vez.
sábado, 12 de septiembre de 2009
Emergencia Nacional
Creía yo haber dominado ya el arte de leer los periódicos sin cometer suicidio diario. Estaba orgullosa de mi misma, lo había logrado con una combinación de fortaleza interna, resignación y entrenamiento de ver los Simpson.
Pero ayer me derrumbé ante una noticia que no vi venir ni esperaba en lo más mínimo, menos aún en el 2009 a nos meses del cumpleaños 200 de Charles Darwin:
resulta que ahora en los nuevos libros de texto de primaria la teoría de la evolución está mal planteada y a la par del creacionismo.
No he tenido oportunidad, espero tener la fuerza, de constatar esto por mi misma y juzgar con mis propios ojos. Lo leí en La Jornada del 10 de septiembre en una nota de Julio Muñoz Rubio titulada La SEP contra la teoría de la evolución que dice así:
En fin, tenía que hacer un berrinche. Esperemos que la comunidad científica reaccione (mos) pronto y con el ímpetu necesario o que todo sea un feliz malentendido de dimensiones menores... Por lo tanto si me necesitan estaré afilando mi machete por si resulta que los biólogos somos enviados del demonio y hay que escapar a los montes.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
La libre y la tortuga.
Ayer ví Percépolis y soñé en blanco y negro.
Soluciones tortuga, soluciones libre, conflictos que son una carrera de obstáculos cíclica. Entiendo palabras sueltas del discurso de Calderón. Quiero escuchar música y cerrar los ojos. Quiero leer uno de los libros para niños sobre naturaleza que compramos ayer, aprender que las moscas se alimentan sólo de líquidos y que los artrópodos tienen un exoesqueleto.
Que ajena me es la realidad cuando más la quiero propia.
martes, 14 de julio de 2009
Pausa y recuento de los hechos
Para aquellos, si los hay, que llevan el hilo de este blog, si así puede llamársele, les informo que la población de posiblemente Juniperus blancoi var. huehuetensis del Cerro Mohinora comparte un haplotipo con la del Cerro Huehuento y además tiene unos haplotipos nuevos. De esto me enteré en la selva (por cierto, trabajo en la selva Lacandona) cuando alineaba las secuencias en medio de un tormentón propio del trópico, pero hasta hoy me logré sentar a resolver un error de Washington para finalmente empezar el trabajo de integrarlas a los análisis con las otras poblaciones.
Empezar siempre es difícil, tal vez por eso me abrumó percatarme de realmente cuantas cosas tengo que VOLVER A HACER, es decir, de lo que verdaderamente implica incluir otra población y rehacer la tesis cuando ya estaba prácticamente terminada. Gruñidos, golpecitos en la frente. Por un momento me arrepentí de haber sentado al Dr. Pi hasta convencerlo de porqué tenía que incluir a esa población y de cómo en realidad no me iba a tardar tanto. El recuerdo salvó el día porque mis propios argumentos de esa tarde me fueron convincentes hoy. Así que no se preocupen, sus impuestos (quién creen si no que paga la secuenciación y los reactivos de laboratorio) no fueron gastados en vano: lo estoy haciendo y rápido.
Ya poniéndole orden a la lista de pendientes y arrancando en línea recta no se me hace tanto lo mucho ni tan complejo lo tardado, además la chamba de la selva (que sigue en la ciudad, evidentemente) va con buen ritmo. Todos felices, aplausos.
Bueno, ese fue el recuento de los hechos, ahora va la pausa. Después de unas cuantas horas de carretera (fui y regresé del DF, bueno de Iztapalapa que está más cerca de la salida a Puebla que nada) y de tantas más de trabajar en la compu decidí salir a caminar a mi ya clásico recorrido afuera de mi casa. Me impresionó el cielo de Puebla como si no recordara que esta ciudad se pinta de dorados y plata a la menor provocación, mínima como aquella con la que los pájaros salieron de donde sea que se esconden para acompañar mi caminata. Me gustaría saber más de ornitología y describírselos apropiadamente, pero no, baste decir que vi varias especies distintas del acostumbrado e introducido gorrión común. Me puse contenta. El nopal, personaje asiduo de este blog, me presumió sus tunas resguardadas tras espinas y me señaló que su progenie había crecido desde la última vez que pasé filosofando por ahí. Que espanto, notar el crecimiento de una cactacea sin haber terminado la tesis no puede ser buena señal.
Miguelángela empezó en el suelo y luego apuntó su nariz al horizonte como tratando de oler mis pensamientos que estaban buscando ya el camino a la selva, sus verdes y sus cielos curiosamente parecidos a los de hoy. No llevaba aparatito cantante, pero en mi mente empezó a sonar Same Path de The Tacits. Miguelángela siguió mi tarareo con movimiento juguetones y terminamos corriendo calle arriba como para despegar después.
De regreso a casa pensé en alargar un poco más la pausa para escribir esta bola de oraciones sin rumbo. Ustedes perdonen, es que estoy en uno de esos preciados y poco frecuentes momentos en que el mundo no es una triste historia, un inescapable contexto ni una desentendida realidad, sino sólo el lugar donde estoy haciendo lo que me gusta.
Traigan al matacursis.
Nota: les dejo una foto del dosel visto desde el sotobosque (ahora traigan al matamomenes) y otra del Cerro Mohinora, que les debía. Tengo que arreglar mi cámara para conseguir a ese nopal.
miércoles, 3 de junio de 2009
Cerro Mohinora
Un paisaje de cerros y montañas que se disputan el horizonte, ese que no deja de ser horizonte e invitar al infinito. Hemos pasado por bosques abiertos de piñoneros y Juniperus coahuilensis, por bosques de pinos y encinos y ahora cruzamos un matorral a ratos xerófilo a ratos perinifolio. Ayer estuvimos en el Cerro Mohinora, la punta más alta de Chihuahua y la tercera de la Sierra Madre Occidental. Ahora hay una planicie que en su fin se toca con nubes de tormenta como las que no previmos ayer sino hasta que soltaron una nieve tímida y granizo (en JUNIO) cuando empezábamos la bajada de la montaña.
Encontramos J. blancoi var. huehuetensis (todo parece indicar que sí es) ahí: desde 2900 hasta 3150 msnm en las laderas oriental, nororiental y norte, creciendo en la roca misma de los riscos más escarpados, un nicho que normalmente sólo le interesa a líquenes y herbáceas y que me hace recordar al Cerro Huehuento a aproximadamente 200 kms al sur. Quiero volar al primer conjunto de estos arbustos que veo pendiendo junto al abismo pero la prudencia de la Dra. Socorro González calma mis ansias y buscamos un sitio más accesible.
--¡Lo sabía!-- grito cuando encuentro los conitos bilobulados debjajo de las densas ramillas y mi mente se abalanza en una cascada de hipótesis filogeográficas y consecuencias prácticas. La primera de ellas: necesitamos colectar 20 individuos y no hay tiempo que perder.
Descanso en una roca a los pies de una enorme ejemplar hembra a la que llegué tras escalar por rocas puntiagudas y sueltas que no deben pasar de unos cuantos cientos o decenas de miles de años. Mi mirada se pierde en el suroeste y me pregunto si el Huehuento es alguno de esos colosos opacos que se disputan el cielo --Tal vez sin humo-- me respondo y trato de ubicar el incendio; son varios pequeños y distantes. Ya tengo las ramillas y hojas que necesitaba pero el paisaje me roba y yo lo dejo hacerlo. El bosque es contínuo (mucho más conservado que los de la Faja, tan talados) y se interrumpe sólo por quebradas abruptas y afloramientos imposibles de roca gris. Otra vez el Pleistoceno a mi memoria y otra vez también la situación del narcotráfico. Lo que mis ojos ven es el límite entre Durango, Chihuahua y Sinaloa, no hace falta que aclare la fama de la zona. Es como ver el paraíso y que te afirmen es el camino al infierno.
Termino de escribir el número de la muestra en el tubito gris opaco donde las estoy guardando, aún me faltan otros cinco individuos y los cercanos son demasiado inaccesibles, conclusión a la que llego luego de imaginar cómo regresaría con una pierna rota o un vil tobillo luxado por los 200 mts que he bajado ya. Socorro, que está colectando otros juníperus misteriosos, me grita que va a volver a la cima por un ejemplar pero que están al tanto de mí. Su voz me llega en frases cortas y repetidas a las que respondo con el mismo estilo. No nos vemos porque estoy detrás de unas rocas, cuando me descubro me pregunta por un árbol cercano a mí: resulta ser una Pseudostuga que no nos interesa colectar. Sigo en mi búsqueda y cuando vuelvo a mirar atrás la botánica justo está desapareciendo tras una corniza.
Poco después encuentro conos y un individuo grande de la especie que ella busca. Grito para comunicarle mi hallazgo pero ya no me oye. Me parece alguna variedad J. deppeana, probable misterio resuelto. Fotografío la corteza y tomo un ejemplar para el herbario. Pruebo llamar de nuevo y mi voz, ridícula ante la inmensidad de la atmósfera, decide mejor perderse en los bosques. Me voy yo con ella, imaginado que el mundo está así de desierto (no se distingue ni un sólo pueblo) como esta vista sugiere. Sopla un viento frío y se me antoja volverlo gélido como los de las glaciaciones, transporto entonces este sitio al pasado, rebobino la vegetación y la orografía cientos, miles, millones de años... dibujo linajes de genes que se reparten (y no) en una red que no comprendo. Después sólo contemplo con la mente en blanco.
Ahora, un día después ya en la carretera de regreso, pongo (trato) mis ideas meticulosamente en orden y anoto puntos a discutir en mi tesis. Me divierto con migo misma: buscar respodner una pregunta (o siquiera contribuir a hacerlo) que es un detalle en el enorme óleo de la evolución del museo de la vida. Ya dejamos Chihuahua hace rato, la carretera 45 de Parral a Durango en este tramo está rodeada de Fouquieria splendens, una planta alucinante (diferente de alucinógeno) que invita a suponerla como la vegetación típica de Marte, total el suelo también es rojo y no tarda en aparecer algo como el Monte Olimpo.
martes, 5 de mayo de 2009
Mi arácnido favorito
Tenía mucho sin ir a esa zona de la Sierra Norte de Puebla, me alegró ver que el monte se ha empezado a recuperar, que el bosque está cerrándose sobre las cicatrices que dejaron en los cerros las Lluvias del 99. La última vez que fuí todavía no estudiaba Biología, por eso me fue tan grato volver a ver esos bosques mesófilos; ese cambio, de una curva de la carretera a otra, de pinos y encinos a helechos y árboles tropicales; y esa orografía, de valles deslumbrantes y montañas como islas, que parece escapada de las letras de un poeta. Fue maravilloso recorrer esos paisajes con la mirada y juguetear en mi mente con los procesos evolutivos que los crearon. En qué cosas piensas Alicia, me descubrí diciéndome mientras me acordaba de las otras Alicias que recorrieron por distintos caminos esa misma Sierra. Creo que con la edad seguimos siendo los mismos pero nos entendemos y entendemos al mundo de otro modo.
Total, en tales ensimismamientos anduvo mi mente durante esos kilómetros. Días después, o sea hoy, escarbé mi cuarto en busca de mis libretas de dibujo y acaso mis óleos o acuarelas pues tenía ganas de pintar. Encontré, además de una antigua colección de muestras de cabello de mis compañeros de prepa, un marco con el cartón de fondo y todo pero sin vidrio ni retrato alguno. Las manchas de humedad sobre la celulosa me recordaron las paredes viejas de las cazonas y las iglesias de Cuetzalan que se cansaron de pelear con la neblina. ¿Qué sembrar en tal lienzo? Un amblipígido, claro, mi voz me lo respondió antes que pudiera pensarlo.
Verán: los amblipígidos son un orden de arácnidos, es decir primos de las arañas y los alacranes, que parecen más hechos por el equipo creativo de un videojuego que un animal real. Tienen un primer par de patas que se extienden muchísimo y figuran sensitivas antenas; sus pedipalpos son enormes y están llenos de espinas; las patas salen del prosoma, que es como un escudo aplanado donde también están los ojos, apenas visibles... en resumen su morfología es, siendo francos, aterradora a los ojos humanos. A mi me parecen bellísimos, pero debo admitir que la primera vez que ví uno, tendría yo unos 15 años, me quedé impactada. Nunca había visto algo así, no tenía idea de que existían tales seres.
Es una madre de alacrán --me dijo un hombre de La Cruz, la comunidad en la que estábamos-- no pican ¿se lo mato?--. No quise. El resto de la estancia encontramos muchos más y con cada avistamiento yo me prometía averiguar sobre esos bichos. Lo primero que aprendí, y lo que más me cuesta recordar, es que su órden se llama Amblypygi. Les cuento otras monerías mínimas: no son venenosos, y aunque pueden morder en realidad son bastante pacíficos; hay pocas especies y están distribuídas en los trópicos y subtrópicos; son cazadores nocturnos, se alimentan de insectos, arácnidos y otros animales pequeños; necesitan mucha humedad en el ambiente; la hembra transporta los huevos en el opistosoma y luego a las crías durante algún tiempo... bueno y así podríamos seguirnos.
Los amblipígidos son mi arácnido favorito. Lo he dicho desde entonces, pero apenas hoy entendí que no es sólo por su biología.
Ojalá que les guste la acuarela, perdonen la mala escaneada. Ah, por cierto: el azul es una interpretación personal, que yo sepa sólo existen cafés, negros, amarillos, rojos y sus combinaciones.
martes, 21 de abril de 2009
De porqué perdí el ritmo de trabajo de la tesis
Necesito distraerme un rato, abro la página de La Jornada y me recibe el arzobispo de Durango: ‘‘todo mundo sabe dónde vive Joaquín El Chapo Guzmán’’. Narco en las noticias, nada nuevo, pero me cuesta entenderlo, no porque no comprenda los procesos sociales y económicos que lo envuelven o porque la estupidez humana me sea un misterio, me cuesta porque pensaba en Durango y el Cerro Huehuento, en Durango y sus paleoclimas, en Durango y los árboles que habitaban ahí antes y después de las glaciaciones. Recuerdo entonces las palabras de Bárbol a Merry en algún momento de Las Dos Torres: no estoy enteramente del lado de nadie, porque nadie está enteramente de mi lado, si me entendéis. Y río con cierta tristeza, porque sé que a mí sí me importa el Durango del narco y el del Pleistoceno, sólo que ahora mismo no logro concebirlos como uno mismo.
No fue una buena distracción, cambio de giro. Reviso Puerto Libre, o ironía: el hubiera sí existe y es ambivalente. Bueno ya entendí, no es para tanto, de todo se aprende. Luego un asterisco al final me lleva a una entrevista con Rita Levi-Montalcini, “una científica italiana, premio Nobel de Medicina, soltera y feminista perpetua”. Está a punto de cumplir los cien años y su mirada me recuerda de pavorosa manera a la inteligencia de mi también centenaria tía Esther. Encuentro, en la italiana, un personaje que me genera sentimientos encontrados. No la admiro aunque sí lo hago por partes, la comprendo como total pero pienso diferente la suma de los fragmentos. Concluyo que su historia me parece triste, que tal vez no hubiera podido ser diferente, que incluso tenía que ser así, pero que nuestras palabras hoy no tienen que ser las mismas. Da para debate, pero es lo último que quiero. Me inquieto (¿será la palabra?) un poco y salgo al aún lote baldío enfrente de mi casa que para mí siempre ha sido un regalo.
Stairway to Heaven de Led Zeppelin en los audífonos. El sol despeja el frío que me había dejado el pensar en la soledad del alma humana. El enorme nopal, que es casi un ent, tiene flores y sus descendientes también. Encuentro otras flores, moradas y blancas, que nunca había visto y que claramente pertenecen a la calaña de las ruperales, me caen bien. Tendrían que ver el espectáculo, le tomé foto con el celular pero no tengo como pasarlas a la computadora (Jorge tenía razón con lo del bluetooth). Al fondo los cables de luz, el imperial Hospital Ángeles y un anuncio espectacular de lila falso. Horizonte nublado sin rastro de volcanes. La Once Sur y Cúmulo de Virgo cumplen con sus ruidos de calle. Cuando me fui a México hace cinco años sólo había un nopal, ahora asoman tímidos por todas partes, me río un poco de los australianos. Pienso en la deriva y el flujo génico, en la recolonización y la expansión demográfica, vuelvo de nuevo con el Pleistoceno, nos convierto en una era interglacial pasada y veo una tuna del futuro que tal vez podría seguir llamándose tuna y tal vez no. Subo el volumen. Makes me wonder..... uh..... makes me wonder. Desentumo las rodillas y bailo sin abrir los ojos. Se siente bien, muy bien. Tal vez tengamos que aprender más del tiempo, aunque ésta vida dada nos sea tan corta. Uh..... makes me wonder. Que la ciencia opine donde haya valores significativos. Que el hemisferio izquierdo y su razón piensen y que el derecho sienta. Que ninguno se apodere de nosotros y nos pierda en senderos de odio.
viernes, 17 de abril de 2009
Tres enlaces relacionados y un insomnio
Como dije estoy en la divertida (de verdad, sin el sarcasmo) tarea de escribir la tesis. Por supuesto que tengo mis buenas dosis de frustración, pero una de las cosas que más me relaja es no tener que hacer la tediosa e inacabable tarea de organizar mi bibliografía: desde ubicar en mi atascado disco duro los artículos que necesito hasta revisar que cada cita en el texto tenga su contraparte con el formato impecable en la lista de referencias. No es que finalmente haya recurrido a un acto anárquico o que haya contratado un corrector de estilo como parte de los beneficios de la beca (aja) sino que utilizo una "herramienta informática" i.e. un programa que lo hace por mí, y mejor: ZOTERO.
Para los que estén familiarizados con los organizadores de bibliotecas digitales, Zotero es algo muy parecido a EndNote, con la diferencia de que es gratis y que tiene otras monerías extra. Aunque paresca increible, se trata de una extensión de Mozilla Firefox y un plug-in para Word o para OpenOffice que en resumen hace todo lo que uno puede necesitar para guardar, organizar y citar sus referencias, que van desde artículos en revistas científicas hasta videos en youtube. Mejor vean el video explicativo en la página y de paso descarguenlo que no se van a arrepentir:
http://www.zotero.org/
Evidentemente lo anterior fue un comercial descarado, con el pretexto de que no tiene fines de lucro y de que creo que de verdad puede servirnos. Por cierto, un agradecimiento público a Eleonor por pasarme el dato.
El motivo verdadero por el cual les platico esto es que mientras pensaba en lo mucho que me ahorro de tiempo y esfuerzo al usar Zotero, me mandaron una página (ahora las gracias van para Fish) y me encontré una noticia que me hicieron reflexionar. Aquí los enlaces:
- http://learn.genetics.utah.edu/content/addiction/drugs/mouse.html
- http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2009/01/26/sube-unam-al-lugar-44-del-ranking-mundial-de-universidades-en-la-web
Es en este sentido que abordo el segundo enlace. La UNAM es sin duda la mejor universidad de Iberoamérica y según la nota su sistema de páginas web es el 44 mejor del mundo. Suena como un buen número, pero creo que no hemos, ni de lejos, ocupado todo el potencial que la mentada era de la informática puede ofrecernos. Como científicos somos los primeros que tenemos que actualizarnos constantemente, aprender a usar nuevas herramientas y más aún: idear qué es lo que necesitamos y crearlo: desde animaciones hasta redes de trabajo y lo que la imaginación nos depare. Cuando pienso en el éxito de sitios como youtube, facebook y símiles me doy cuenta del enorme potencial desperdiciado que podría aplicarse a la ciencia, desde en la más reduccionista de las investigaciones al más interdisciplinario manejo de recursos naturales.
Discurso común: somos la generación que creció con la tecnología, en su mayoría la entendemos intuitivamente sin necesidad de ser programadores. Muy bonito. Pongamos esa virtud a trabajar y vinculémosla con nuestros profesores, directivos y compañeros.
martes, 6 de enero de 2009
Impertinencia biológica
Les conté que mi mamá (ignoro cómo) encontró un establo muy cerca de la casa donde un nonno chipileño vende leche como leche y no horchata diluida con hormonas. Si mi anécdota parecía presumible resulta que Daniela, cuyos aires de campo dan para todo, está a punto de comprar una vaca y una pasteurizadora, muy dispuesta a darnos leche a todos. Yo entonces, además de ver fascinada los frijoles refritos que parecían sazonados por el fantasma de mi abuela, me acordé de las metanógenas que tanto han habitado este blog y le sugerí que consiguiera un biodigestor para aprovechar el metano y ahorrarnos un poquito de efecto invernadero. Como es evidente se me pidió una explicación acerca de tales misteriosas criaturas y yo les conté, sin ninguna aduana filtrando mis palabras el proceso digestivo de las vacas, la dificultad de partir la celulosa, la endosimbiosis con microorganismos, el papel del rumen, del estómago y del estiércol en la producción de metano... luego recordé los basueros municipales de no sé qué país nórdico donde hacen biodigestores enormes que alcanzan para abastecer gran parte de la calefacción de invierno de una ciudad. Y así hasta que ya por la ensalada la tía Verónica me pidió les cambiara el tema a noticias menos drámaticas que el cambio climático y más apropiadas para la comida que los 100 litros de metano que eructan una vaca al día. Lástima porque ya me había acordado de los ratones y la coprofagia.
Miré al jardín y me topé con una araucaria que de niña no me doblaba la altura y que ahora libera el paisaje de la invasora civilización de enfrente. Les platiqué que sus conos miden más o menos el tamaño de mi cabeza y que cuando están verdes (luego se deshacen, como los de los oyameles) son peligrosos. Les dije también que vienen de Chile y que sus parientes cercanos están en Australia, vestigio de cuando los continentes no se habían separado. Continué diciendo que el Pinus ayacahuite de al lado sí era mexicano, curioso, por que introdujeron la especie a Chile y ahora es la principal fuente de madera de ese país. No hubo discusión política al respecto (en mi familia que todo lo vuelve tema) y en cambio se acordaron de la Preciosita y de los niños de Paola que no se querían bañar. Tras algunos minutos de anécdotas familiares salió a colación que la que sí necesitaba un baño era Daisy y que ese mismo día había que hablarle a Carolina la veterinaria para ver cuándo podía. Por cierto si la ves -le digo a Daniela- le avisas que Megatona ya está perfecto. Nombre, no era nada grave, metió la cabeza en el río o en algo que sólo puedo imaginar como un cadáver y se le infectaron los ojos.
En este punto, mi primo Mateo que tiene una mezcla inverosímil de las personalidades de sus padres soltó lo que seguro había estado guardando desde que empezamos con lo del estiércol. Que estaba comiendo, o tratando, y que no quería oír ni de los estómagos de las vacas y los bichos y sus desechos ni de los ascos que Megatona hiciera o dejara de hacer. Dí riendo (ya que) alguna escusa estúpida, como que también les había contado de las araucarias, y luego de alguna manera la conversación se fue hacia asuntos de la casa. Ya me andaba despidiendo cuando llegó mi papá con su chamarra de leñador de los Pirineos y noticias que tenía que platicarles.
En mi familia si bien casi todo se vuelve tema de discusión, análisis o sátira, todo se vuelve comentario familiar o chisme. Para las siete de la tarde mi papá ya me había recriminado de cómo les había quitado el apetito en la comida y una hora más tarde mi mamá se reía o me regañaba (nunca entendí) de cómo lograba meter "mis conversaciones de estiércol" a cualquier parte.
Yo por lo pronto admito mi culpa: ningún departamento de mi cabeza mandó un memo sobre censura y mucho menos una alarma. Para mí la tierra no es mugre sino humnus, el estiércol no es... estiércol sino hábitat. Para todos aquellos a los que los inoportuno con mis impertinencias biológicas una disculpa, no es mala intención sino descuido.
=P