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martes, 5 de mayo de 2009

Mi arácnido favorito

Hace unos días fui con unos amigos a Cuetzalan en un viaje veloz que desde hace mucho le debía a Marcela. Podría contar un par de anécdotas divertidas, que pasan por discutir el significado de la palabra parsimonia para la literatura y para las ciencias, pero mi intensión hoy no es hacer una crónica. Escribo esta entrada porque dibujé un amblipígido y quiero compartírlo, pero no sin antes explicar mis motivos.



Tenía mucho sin ir a esa zona de la Sierra Norte de Puebla, me alegró ver que el monte se ha empezado a recuperar, que el bosque está cerrándose sobre las cicatrices que dejaron en los cerros las Lluvias del 99. La última vez que fuí todavía no estudiaba Biología, por eso me fue tan grato volver a ver esos bosques mesófilos; ese cambio, de una curva de la carretera a otra, de pinos y encinos a helechos y árboles tropicales; y esa orografía, de valles deslumbrantes y montañas como islas, que parece escapada de las letras de un poeta. Fue maravilloso recorrer esos paisajes con la mirada y juguetear en mi mente con los procesos evolutivos que los crearon. En qué cosas piensas Alicia, me descubrí diciéndome mientras me acordaba de las otras Alicias que recorrieron por distintos caminos esa misma Sierra. Creo que con la edad seguimos siendo los mismos pero nos entendemos y entendemos al mundo de otro modo.

Total, en tales ensimismamientos anduvo mi mente durante esos kilómetros. Días después, o sea hoy, escarbé mi cuarto en busca de mis libretas de dibujo y acaso mis óleos o acuarelas pues tenía ganas de pintar. Encontré, además de una antigua colección de muestras de cabello de mis compañeros de prepa, un marco con el cartón de fondo y todo pero sin vidrio ni retrato alguno. Las manchas de humedad sobre la celulosa me recordaron las paredes viejas de las cazonas y las iglesias de Cuetzalan que se cansaron de pelear con la neblina. ¿Qué sembrar en tal lienzo? Un amblipígido, claro, mi voz me lo respondió antes que pudiera pensarlo.

Verán: los amblipígidos son un orden de arácnidos, es decir primos de las arañas y los alacranes, que parecen más hechos por el equipo creativo de un videojuego que un animal real. Tienen un primer par de patas que se extienden muchísimo y figuran sensitivas antenas; sus pedipalpos son enormes y están llenos de espinas; las patas salen del prosoma, que es como un escudo aplanado donde también están los ojos, apenas visibles... en resumen su morfología es, siendo francos, aterradora a los ojos humanos. A mi me parecen bellísimos, pero debo admitir que la primera vez que ví uno, tendría yo unos 15 años, me quedé impactada. Nunca había visto algo así, no tenía idea de que existían tales seres.

Es una madre de alacrán --me dijo un hombre de La Cruz, la comunidad en la que estábamos-- no pican ¿se lo mato?--. No quise. El resto de la estancia encontramos muchos más y con cada avistamiento yo me prometía averiguar sobre esos bichos. Lo primero que aprendí, y lo que más me cuesta recordar, es que su órden se llama Amblypygi. Les cuento otras monerías mínimas: no son venenosos, y aunque pueden morder en realidad son bastante pacíficos; hay pocas especies y están distribuídas en los trópicos y subtrópicos; son cazadores nocturnos, se alimentan de insectos, arácnidos y otros animales pequeños; necesitan mucha humedad en el ambiente; la hembra transporta los huevos en el opistosoma y luego a las crías durante algún tiempo... bueno y así podríamos seguirnos.

Los amblipígidos son mi arácnido favorito. Lo he dicho desde entonces, pero apenas hoy entendí que no es sólo por su biología.

Ojalá que les guste la acuarela, perdonen la mala escaneada. Ah, por cierto: el azul es una interpretación personal, que yo sepa sólo existen cafés, negros, amarillos, rojos y sus combinaciones.