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viernes, 19 de octubre de 2018

Las plantas invisibles

Últimamente pienso mucho en las plantas invisibles. Se parecen a mis amigos invisibles en que en realidad sí puedo verlas, pero a diferencia de mis amigos invisibles, otras personas también pueden verlas si se las señalas. Son las plantas que crecen silvestres en las banquetas, camellones y hasta tejados de la ciudad.

Me dan ganas de decirle a todos los peatones y peatonas apresuradas de la CDMX que voltén a verlas. Quiero decirle a la Cuadrilla Podadora del Gobierno de la CDMX Trabajando para Usted que detenga su podadora automática, que eso no son malas hierbas ni empobrecen el paisaje. Todo lo contrario, miren ustedes queridos y queridas trausentes y Cuadrilla Podadora del Gobierno de la CDMX Trabajando para Usted, esas plantas son flores silvestres nativas de México, algunas son incluso parientes de nuestros cultivos. Ahí donde están llegan insectos, y llegan siguiéndolos pájaros, y también colibriés que buscan el néctar. Y entonces ese parche de vegetación no es un terreno valdío, sino un pequeño oasis.

No todo lo que brilla es oro, y no todo lo que es verde es la mejor naturaleza para la ciudad. Muchas, quizá la mayoría, de las plantas ornamentales que tapizan nuestros parques y jardines no tiene flores ni semillas que le gusten a las especies de aves e insectos nativos de México. Por eso hay menos animales donde están esas plantas ornamentales sacadas de AutoCAD, que donde están las plantas que crecen silvestres. Quienes no me crean hagan el experimento: voltear a ver a las plantas invisibles y contar cuántas otras formas de vida estarán cerca.

lunes, 9 de julio de 2018

Qué hay de nuevo en mi balcón

Varias plantas que les gustan a los colibríes pero que aún no dan flor.


Echeverias y las orugas de una mariposa verde (Callophrys xami) que se las comen.






Pinzones mexicanos de tonos amarillos (el más común es rojo, a estos les deben faltar carotenos) que vienen a comer semillitas de un ramillete que colgamos en la ventana. Llegan como 7:30 de la mañana, desayunamos justos pues.



Los amarantos que ya germinaron sobre la maceta larga frente a la puerta. Tendré que irlos cortando como quelites pues sembramos de más y una maceta tan pequeña no aguantará tantos.


Abejitas silvestres de vuelo errático y veloz que nunca lograré fotografíar.

Cactus varios en macetitas colgadas de la pared, que aguantan como campeones el sol implacable que pega a esa altura.




También es temporada de grillos y el musgo de algunas macetas ya se puso verde. Eso más todo lo vivo que mis ojos no ven.



Nuestro balcón, que también es el pasillo por el que llegamos a nuestra puerta. Un universo de 80 cm de ancho por unos cuantos metros de largo.



sábado, 14 de abril de 2018

Grana cochinilla

Media noche de ojos despiertos, así pasa. Entro a este blog como para acordarme qué hay. Encuentro en borradores el título "Grana cochinilla". Recuerdo que fui a la exposición Rojo Mexicano que se presentó hace no mucho en el Palacio de Bellas Artes. Recuerdo de súbito que en el camino de regreso pensé escribir sobre la expo. Laguna mental después. No recuerdo haber entrado aquí y escribir el título. Pero así fue. Sólo el título, ni una palabra más.

¿En qué habré pensado escribir? Mi yo de esta media noche no tiene idea. Quizá iba a escribir sobre la domesticación. La grana cochinilla es un bichito domesticado. De los pocos en el mundo. Las poblaciones domesticadas son más gordas y tienen más rojo que las silvestres. Quizá.

O quizá iba a escribir sobre el arte y la ciencia, las cuales, caso raro, estaban conciliadas en esa expo. La historia de la grana cochinilla en el arte contada de la mano de la ciencia que permitió armar una exposición así. Desde los primeros dibujos en describir su biología hasta las técnicas fisicoquímicas para determinar si obras famosas la habían empleado. Imágenes de moléculas en la misma sala que un van Gogh. Me encantó.

Quizá iba a escribir de eso. O del placer de ir a un museo. O de otra tangente en torno a Dactylopius coccus.