martes, 14 de julio de 2009
Pausa y recuento de los hechos
Para aquellos, si los hay, que llevan el hilo de este blog, si así puede llamársele, les informo que la población de posiblemente Juniperus blancoi var. huehuetensis del Cerro Mohinora comparte un haplotipo con la del Cerro Huehuento y además tiene unos haplotipos nuevos. De esto me enteré en la selva (por cierto, trabajo en la selva Lacandona) cuando alineaba las secuencias en medio de un tormentón propio del trópico, pero hasta hoy me logré sentar a resolver un error de Washington para finalmente empezar el trabajo de integrarlas a los análisis con las otras poblaciones.
Empezar siempre es difícil, tal vez por eso me abrumó percatarme de realmente cuantas cosas tengo que VOLVER A HACER, es decir, de lo que verdaderamente implica incluir otra población y rehacer la tesis cuando ya estaba prácticamente terminada. Gruñidos, golpecitos en la frente. Por un momento me arrepentí de haber sentado al Dr. Pi hasta convencerlo de porqué tenía que incluir a esa población y de cómo en realidad no me iba a tardar tanto. El recuerdo salvó el día porque mis propios argumentos de esa tarde me fueron convincentes hoy. Así que no se preocupen, sus impuestos (quién creen si no que paga la secuenciación y los reactivos de laboratorio) no fueron gastados en vano: lo estoy haciendo y rápido.
Ya poniéndole orden a la lista de pendientes y arrancando en línea recta no se me hace tanto lo mucho ni tan complejo lo tardado, además la chamba de la selva (que sigue en la ciudad, evidentemente) va con buen ritmo. Todos felices, aplausos.
Bueno, ese fue el recuento de los hechos, ahora va la pausa. Después de unas cuantas horas de carretera (fui y regresé del DF, bueno de Iztapalapa que está más cerca de la salida a Puebla que nada) y de tantas más de trabajar en la compu decidí salir a caminar a mi ya clásico recorrido afuera de mi casa. Me impresionó el cielo de Puebla como si no recordara que esta ciudad se pinta de dorados y plata a la menor provocación, mínima como aquella con la que los pájaros salieron de donde sea que se esconden para acompañar mi caminata. Me gustaría saber más de ornitología y describírselos apropiadamente, pero no, baste decir que vi varias especies distintas del acostumbrado e introducido gorrión común. Me puse contenta. El nopal, personaje asiduo de este blog, me presumió sus tunas resguardadas tras espinas y me señaló que su progenie había crecido desde la última vez que pasé filosofando por ahí. Que espanto, notar el crecimiento de una cactacea sin haber terminado la tesis no puede ser buena señal.
Miguelángela empezó en el suelo y luego apuntó su nariz al horizonte como tratando de oler mis pensamientos que estaban buscando ya el camino a la selva, sus verdes y sus cielos curiosamente parecidos a los de hoy. No llevaba aparatito cantante, pero en mi mente empezó a sonar Same Path de The Tacits. Miguelángela siguió mi tarareo con movimiento juguetones y terminamos corriendo calle arriba como para despegar después.
De regreso a casa pensé en alargar un poco más la pausa para escribir esta bola de oraciones sin rumbo. Ustedes perdonen, es que estoy en uno de esos preciados y poco frecuentes momentos en que el mundo no es una triste historia, un inescapable contexto ni una desentendida realidad, sino sólo el lugar donde estoy haciendo lo que me gusta.
Traigan al matacursis.
Nota: les dejo una foto del dosel visto desde el sotobosque (ahora traigan al matamomenes) y otra del Cerro Mohinora, que les debía. Tengo que arreglar mi cámara para conseguir a ese nopal.
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