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lunes, 5 de octubre de 2009

Ancestría-descendencia y la vida y sus coincidencias

Hoy en la mañana se me ocurrió pisar el hoyo negro que es la que fuera casa de mi abuela en Mayorazgo. Pretendía sólo saludar a mi tía Ángeles para después entrar en un katatonico estado de corrección de tesis. Terminé desayunando por segunda vez y hablando de la vida como quien tiene el tiempo para hacerlo.

Mientras ella buscaba no sé que tanto en el baño me puse a escanear un minilibrero junto a la ventana y encontré, al lado de una versión en italiano de la Divina Comedia, algo que capturó aún más mi interés: Theilhard de Chardin y el problema de la evolución de Bernard Delfgaauw . El librito rojo de pasta dura es una especie de síntesis comentada de las ideas de aquel jesuita que se adentró en la paleontología y que trató de conciliar la ciencia, particularmente la teoría evolutiva, con la doctrina cristiana. Si empiezo a entrar en detalles podría escribir una tesis al respecto, partiría por ejemplo de su percepción de que "todo el universo se encuentra en constante evolución"; o podría comentar sobre el hombre de Pitdown y los ensayos que S. J. Gould escribió al respecto; o de plano podría olvidar el ámbito de la academia y los tantísimos estudios en torno a la vida y obra de Theilhard de Chardin y platicarles que sus ideas aparecen en Hyperion, uno de mis libros de ciencia ficción favorito. Ven, por eso no hablaremos de Theilhard de Chardin más allá de que es uno de los personajes en la historia de la teoría de la evolución.

"Tía, perdóname pero este me lo quedo" dije mientras leía en la primera página con la letra cursiva de mi abuela "Sra. Guzmán, 3-III-001". Si yo soy un conjunto de contradicciones mi vida es un conjunto de coincidencias. Las últimas semanas he traído a mis abuelos enredados en el pensamiento y ahora aparece en mi vida ese libro.

Será que eso de escribir sobre la ancestría y la descendencia, aunque sea en término de secuencias de ADN y deriva génica, acaba por hacernos pensar en nuestra propia historia. No lo sé, pero me encantó encontrarme con que mi abuela había leído en el 2001 sobre Theilhard de Chardin. "Le platiqué mil veces que mi tesis trataba sobre cosas de evolución y nunca mencionó palabra alguna del jesuita" le dije a mi tía como preguntándome si realmente habría escrutado las páginas. "Así era tu abuela, no le gustaba presumir de sus conocimientos, que eran muchos, pero mira qué personaje era, leyendo eso a su edad". Y sí lo hizo, me siento segura sin esa certeza científica pero con esa sensación que deja recordar viejas conversaciones y entender algo en sus ojos.

2 comentarios:

Eróstrato dijo...

Ay Ticatla, te debo Hyperion, es sólo que tú sabes cuán inconmensurable es un pensamiento, y yo sé que en la suma de esas páginas y algunas otras felicidades está el secreto de tu persona, que todavía me siento indigno de indagar...

PD. Tu post mas personal y mas sugerente hasta ahora

Ticatla dijo...

Personal sí, no sé a qué te refieras con sugerente.

En Hyperion no guardo secretos, sólo el goce de leer una novela de caballería.