Por tercer año consecutivo la UNAM organiza el Festival de Arte y Ciencia El Aleph. En esta iteración, del 22 al 26 de mayo del 2019, el enfoque está en la complejidad, o cómo el todo es más que las partes. Revisen el programa, hay actividades artísticas, científicas y la mezcla de ambas.
Mariana Benítez, Patricia Vélez y yo (biólogas todas) tendremos el gusto de participar en la mesa de diálogo "Intervenciones de la ciencia en redes biológicas", el viernes 24 de mayo a las 5 pm. Ahí nos vemos. Por lo pronto, les comparto mi intervención, palabras más, palabras menos, en la conferencia de prensa con la que hoy dio inicio a la divulgación del evento y en la que también tuve la suerte de participar:
Yo trabajo con diversidad genética de plantas. La diversidad genética es algo así como el átomo de la biodiversidad. Son las diferencias en el ADN de los individuos, que nos hacen diferentes entre sí a pesar de que todos somos parte de la especie Homo sapiens. Estas diferencias constituyen el primer nivel de la biodiversidad, a partir del cual esta emerge como un fractal que forma poblaciones, especies, comunidades y ecosistemas.
Pero antes de hablar más de la diversidad genética quiero tocar el tema de este festival: arte y ciencia. Me encanta la idea porque yo siempre las he visto como actividades similares, aunque muchos se empeñen en plantearlas como antagónicas. La mayor similitud que está en que ambas las hacemos seres humanos a través de procesos mentales y emocionales parecidos, si no es que iguales. Miren si no esta frase de Matisse: “Cada vez que hago algo satisfactoriamente me digo a mi mismo: ‘Ya está, lo tengo, lo he entendido’. Pero no, no he aprendido nada. La conclusión de una pintura es otra pintura” ¿No les parece que lo mismo pasa con la ciencia? ¿Qué la conclusión de una investigación, de generar conocimiento, es otra investigación, es caer en la cuenta de cuánto aún no conocemos? Y a quienes creen que el arte es pura creatividad liberada y la ciencia método y rigor... piensen: ¿a cuánto esfuerzo, a cuántos ensayos, a cuánto tedio se someten las y los bailarines para llegar a presentar una danza? Aplaudo entonces que la UNAM organice un festival donde las artes y las ciencias nos veamos a los ojos.
Ahora sí voy a hablar de diversidad genética, pero para no perder el hilo del arte, retomo la idea de entender la ciencia como un cuadro impresionista. Esta idea la utilizó José Gordon, aquí presente, en en su introducción al festival El Aleph, citando al físico Robert Laughlin. Hacer un acercamiento a un gen como ver un puntito de un cuadro impresionista, nos dice mucho sobre el gen, pero poco sobre cómo funciona un organismo. Y sin embargo en la interacción de los genes de nuestro genoma (unos 20,000 en humanos) entre sí y con el ambiente, es que se desarrolla un organismo y que realiza sus funciones diarias. Esto podemos entenderlo solo al alejarnos del cuadro para ver las figuras de la pintura emerger de la complejidad de puntitos. La metáfora me encanta, pero ¡ah!, hay algo que yo agregaría para hablar propiamente de diversidad genética: el tiempo. La variación genética es la base sobre la que opera la evolución. Evolución significa cambio, y por ende la podemos ver de una generación a otra, cada vez que la frecuencia de ciertas variantes genéticas aumenta o disminuye en una población. Entonces nuestros puntitos impresionistas pueden cambiar de color: ya no estamos viendo una pintura, sino una película. Esto agrega una nueva capa, la temporal, de complejidad e implica que así como podemos hacer un acercamiento o alejamiento visual del cuadro, también podemos ver la película en una escala temporal corta o larga. Al igual que con el efecto de alejarnos del cuadro, sólo al ver la película desarrollarse en un período largo de tiempo es que podemos entender verdaderamente el proceso evolutivo.
En la mesa en la que participaremos el 24 de mayo vamos a hablar, entre otras cosas, sobre cómo podemos utilizar a la diversidad genética y los procesos evolutivos para incidir sobre los complejos problemas ambientales que causan las actividades humanas sobre el planeta. Mariana trabaja en agroecología, particularmente a nivel de paisajes. Le interesa entender cómo lo que ocurre en una parcela depende no sólo de la parcela, sino de la matriz en la que se encuentra. Patricia trabaja con hongos microscópicos, de los cuales apenas comenzamos a conocer su verdadera diversidad y distribución gracias a herramientas moleculares.
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