Tiene un par de semanas comenzamos a oír el incesante piar típico de los polluelos cuando suplican por comida a sus padres. “Debe haber un nido nuevo cerca”, le dije a Erick. Primero pensamos que podrían ser de pinzones mexicanos, pues son unos de los visitantes más asiduos a nuestra terraza y muro verde, en el corazón de la Ciudad de México. Pero con el pasar de los días el piar nos sonaba distinto. No lo sabíamos, pero nos esperaba atestiguar una de las formas de reproducción más inesperadas del mundo natural: el parasitismo de nido (o parasitismo de puesta).
--Creo que el nido es del gorrión de los puntitos blancos – me dijo Erick hace pocos días, refiriéndose al gorrión cantor (Melospiza melodia). Pero lo extraño es que el polluelo era más grande y completamente oscuro.
--Podrían ser pájaros parásitos –respondí comenzando a emocionarme. Como los pájaros cucús ¿te acuerdas te conté?
Los pájaros cucú europeo. El ejemplo más emblemático de “parasitismo de nido” y el único que yo conocía. Aves que en lugar de construir sus propios nidos y empollar sus huevos, ponen sus huevos en nidos de otras especies y dejan que la pareja de padres suplentes empollen y alimenten a las crías impostoras, en la mayoría de las veces a costa de la supervivencia de sus crías verdaderas.
–Le voy a preguntar a Karl (mi ornitólogo de cabecera) si hay alguna especie de ave parásita que habite en el centro de México –digo mientras ya estoy escribiendo en mi celular.
El gorrión cantor es un ave pequeña, solitaria y que tiende a espantarse con facilidad. Aunque no es realmente acuática, le gusta estar cerca de lugares con agua. Y claro que hace honor a su nombre: quizá pocas personas en la Ciudad de México lo hemos visto, pero muchas más lo hemos escuchado cantar. Le gusta buscar perchas altas, inflar su pecho y cantar por intervalos largos. Esta foto la tomé desde mi ventana:
Foto: Alicia Mastretta Yanes en naturalista.
Y aquí pueden escucharlos cantar.
A los pocos minutos de mi pregunta, Karl me envió por whatsapp una foto de la guía de aves mostrando a las especies del género Molothrus. “Pájaros vaquero” es uno de sus nombres comunes, haciendo alusión a que gustan seguir al ganado en busca de insectos. Pero su nombre latín (Molothrus) significa “intruso”, remarcando su peculiar forma de reproducirse: todas las especies del género parasitan nidos ajenos.
En los últimos meses he visto desde mi terraza a los adultos de una especie de este género: el vaquero (o tordo) de ojo rojo (Molothrus aeneus).
Foto de Adrianh Martínez Orozco en naturalista.
Sospecho que entonces el gorrión cantor que vió Erick fue parasitado por alguna especie del género Molothrus, muy posiblemente Molothrus aeneus.
Le cuento a Karl. Admito nos da envidia que Erick, mi amado no-biólogo esposo, haya tenido la oportunidad de ver en vivo el parasitismo de nido, mientras que Karl y yo tenemos que conformarnos con videos documentales. Pero guardo esperanzas, los polluelos aún son polluelos y seguro andarán cerca.
Paso los siguientes días de trabajo en casa con la cámara cargada y lista cerca de mí. Incluso me pongo sólo un audífono por si escucho el chillar de los polluelos. Lo oigo en más de una ocasión, salgo cámara en mano a asomarme por todas las ventanas y subo a la azotea, sin éxito. El fresno vecino parece ser la principal fuente del sonido, pero está demasiado lejos y demasiado frondoso para poder distinguir nada, incluso con mis binoculares.
Llega el sábado. Reviso que mi cámara esté cargada y la guardo, no me preparo para buscar pájaros parásitos, sino para la pequeña salida a Puebla que emprenderé tan pronto me despida de mi esposo y de la Kale. En eso estamos cuando un pájaro café oscuro se para en el muro verde frente a la ventana. Aquí la foto:
Foto: Alicia Mastretta Yanes en naturalista.
--Es ese –dice Erick. Ese es el polluelo.
A los pocos segundos aparece otro polluelo idéntico, y ambos comienzan a suplicar por comida con sus bocas muy abiertas. Un segundo más y aparece el gorrión cantor (o gorriona, es difícil distinguirlos) con comida en el pico. Alimenta a los (o las) polluelos parásitos, café oscuro y casi del doble de su tamaño, como si fueran sus crías. Acabamos de atestiguar el parasitismo de nido.
Corro por la cámara. Los polluelos nos miran con sus ojos de dinosaurio y siguen ahí, pero el gorrión cantor es asustadizo y está muy atento a mis movimientos. Estoy en mal ángulo y no logro enfocar a la perfección. Pero algo se logró:
Foto: Alicia Mastretta Yanes en naturalista.
El parasitismo de nido evolucionó unas 5 veces de forma independiente en aves de distintas familias y órdenes (es decir los cucús y los tordos de ojos rojos no son parientes cercanos para nada). En total 91 especies, tan solo el 1% de todas las especies de aves. Pero ese 1% da mucho de qué hablar, e investigar. ¿Cómo evolucionó este fenómeno? ¿Los pájaros que practican el parasitismo de nido se especializan en una sola especie o son generalistas? ¿Cómo aprende una pájara parásita a parasitar si nunca conoció a sus padres? ¿Qué pasa con los huevos originales del nido parasitario? ¿Por qué los padres de los nidos parasitados no distinguen a los impostores? O más bien ¿cuándo sí los distinguen y qué hacen los pájaros parásitos para contrarrestarlo?
Iba a escribir aquí la respuesta a esas preguntas, quizás las primeras que cualquiera se hace al enterarse de este fenómeno, pero la literatura científica al respecto resultó no solo contestarlas, sino abrir muchas más puertas y describir muchos más detalles de los que pude resistirme a leer. El resultado es que se terminó el fin de semana y con ello mi oportunidad de escribir al respecto.
Es fácil antropomorfizar este fenómeno y sentir lástima por la pareja de gorriones cantores. Sentir que es la versión Hermanos Grimm del Patito Feo y que nuestra infancia fue censurada. Pero el parasitismo de nido es un fenómeno natural. Uno de tantos giros inesperados de la evolución, o mejor de dicho, de la co-evolución entre parásito y hospedero. Los pájaros vaqueros han parasitado los nidos de gorrión cantor (y de muchas especies más) desde antes que los seres humanos pobláramos el Valle de México, o el continente americano siquiera.
Lo increíble, y esperanzador, es que este fenómeno sigue ocurriendo en la Ciudad de México. Esta gran urbe donde pensaríamos que la naturaleza se ha dado por vencida, pero no. Dejar crecer unas cuentas flores nativas en la terraza y el muro verde y un fresno frondoso son suficientes para atraer a pinzones mexicanos, gorriones cantores y, ahora sabemos, pájaros vaqueros que parasitan sus nidos. Suficiente para que, si estamos dispuestas a prestar atención, atestigüemos una de las interacciones más peculiares del mundo animal.
Algunas lecturas imperdibles:
Hauber, M. E. (2000). Nest predation and cowbird parasitism in Song Sparrows. Journal of Field Ornithology, 71(3), 389-398
Hoover, J. P., & Robinson, S. K. (2007). Retaliatory mafia behavior by a parasitic cowbird favors host acceptance of parasitic eggs. Proceedings of the National Academy of Sciences, 104(11), 4479-4483.
Ortega, C. P. (1998). Cowbirds and other brood parasites. University of Arizona Press.
Yamauchi, A. (1995). Theory of evolution of nest parasitism in birds. The American Naturalist, 145(3), 434-456.