Les cuento algo que está sucediendo en Puebla, una de esas cosas que tienen su auge en las noticias locales, que pasan inadvertidas en los periódicos nacionales y que nunca llegan al descontextualizado ámbito internacional. Son dos pequeñas buenas nuevas que van de la mano y que son, sin duda, de lo mejor que le ha pasado últimamente a la ciudad de los volcanes: 1) el Parque del Arte vuelve a la administración de la ONG que lo hizo posible y 2) se creará un corredor ribereño a lo largo de un fragmento del río Atoyac.
El Parque del Arte fue noticia hace ya algunos años. El pedazo de tierra que se pudo salvar del gandallismo de un grupo de empresarios y políticos que tuvieron a bien hacer negocio con terrenos de conservación. Qué fácil fue cambiar el uso de suelo y construir Angelópolis. Luego de fracasar en el intento de hacer lo mismo con este último vestigio de área verde, el Gobierno del Estado, bajo el inverosímil mandato de Mario Marín, volcó todos sus corruptos esfuerzos en desprestigiar a la ONG y a los ciudadanos que lucharon porque el parque fuera parque. Desalojaron al personal con todas las de la corrupción, destruyeron los cuerpos de agua que ya estaban atrayendo aves y lo disfrazaron todo con una nueva inversión que por poco se vuelve canchas de futbol de pasto sintético.
Con Mario Marín con un pie puesto en su despedida de la gobernatura el Tribunal Superior de Justicia da la razón a la ONG, que pronto, en Enero, volverá a administrar el parque. No a hacer negocio, no ha ser propietaria. Sólo a velar por su funcionamiento y bienestar, como lo ha hecho con la Laguna de San Baltazar desde hace más años que la memoria de muchos. La ONG se llama Puebla Verde.
La otra buena noticia es que la ciudad contará con un parque ribereño en el fragmento que va del puente de la 25 sur al de la avenida de las Torres, es decir de donde comienza la Atlixcayotl a cerca de las espaldas del Tec de Monterrey. Con planta de tratamiento y todo. Un modesto primer paso de lo que podría transformar el paisaje poblano. El plan todavía no se ha presentado al público por completo, pero ya comenzó con un primer acuerdo.
Imagínense que le cuentan esto a un europeo que todos los días camina por un parque impecable y cruza el río por un andador empedrado para llegar al trabajo. Platíquenle del gobernador involucrado en prostitución infantil. Parecerá que el primer mundo es primer mundo y que el “paises en vías de desarrollo” es un eufemismo ridículo. Pero el Viejo Mundo es viejo. Está plagado de cicatrices, muchas con maquillaje suficiente para que él mismo pueda ignorarlas en el espejo. En sus parques arbolados y sus lagos con hielo poco queda de lo que fue la biodiversidad original, generalmente nada. El mundo comenzó a cambiar cuando era demasiado tarde. Hay muchas cosas que nunca podrán recuperar. Nosotros podríamos no perderlas de entrada.
Se dice fácil, está complicado. Se necesita entusiasmo, de ese que vuelve al trabajo pasión y no salario. Se requiere gente, la hay muchísima, que desde la convicción de su trinchera logra mantener un proyecto tras años contra corriente. Se puede. Y tan se puede que se está haciendo. La victoria de parques y ríos es un ejemplo que de puro gusto les comparto hoy que ya puedo escribir sin que me tiemblen de felicidad las manos. Hay tantos otros. Se están haciendo cosas. Piénselo, el mundo no se sostiene sólo (ni sobre tortugas).
Sí, ya sé, hoy peco de optimista. Ni qué, V de victoria.