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miércoles, 3 de junio de 2009

Cerro Mohinora

(Este texto lo escribí el 03 de junio del 2009 en el camino de regreso de una colecta, es una pseudocrónica sin principio ni final y sin correcciones, ustedes dispensen las prisas. Un agradecimiento a Socorro, Sandra y David por invitarme y brindarme su profesionalismo y compañía)

Un paisaje de cerros y montañas que se disputan el horizonte, ese que no deja de ser horizonte e invitar al infinito. Hemos pasado por bosques abiertos de piñoneros y Juniperus coahuilensis, por bosques de pinos y encinos y ahora cruzamos un matorral a ratos xerófilo a ratos perinifolio. Ayer estuvimos en el Cerro Mohinora, la punta más alta de Chihuahua y la tercera de la Sierra Madre Occidental. Ahora hay una planicie que en su fin se toca con nubes de tormenta como las que no previmos ayer sino hasta que soltaron una nieve tímida y granizo (en JUNIO) cuando empezábamos la bajada de la montaña.

Encontramos J. blancoi var. huehuetensis (todo parece indicar que sí es) ahí: desde 2900 hasta 3150 msnm en las laderas oriental, nororiental y norte, creciendo en la roca misma de los riscos más escarpados, un nicho que normalmente sólo le interesa a líquenes y herbáceas y que me hace recordar al Cerro Huehuento a aproximadamente 200 kms al sur. Quiero volar al primer conjunto de estos arbustos que veo pendiendo junto al abismo pero la prudencia de la Dra. Socorro González calma mis ansias y buscamos un sitio más accesible.

--¡Lo sabía!-- grito cuando encuentro los conitos bilobulados debjajo de las densas ramillas y mi mente se abalanza en una cascada de hipótesis filogeográficas y consecuencias prácticas. La primera de ellas: necesitamos colectar 20 individuos y no hay tiempo que perder.

Descanso en una roca a los pies de una enorme ejemplar hembra a la que llegué tras escalar por rocas puntiagudas y sueltas que no deben pasar de unos cuantos cientos o decenas de miles de años. Mi mirada se pierde en el suroeste y me pregunto si el Huehuento es alguno de esos colosos opacos que se disputan el cielo --Tal vez sin humo-- me respondo y trato de ubicar el incendio; son varios pequeños y distantes. Ya tengo las ramillas y hojas que necesitaba pero el paisaje me roba y yo lo dejo hacerlo. El bosque es contínuo (mucho más conservado que los de la Faja, tan talados) y se interrumpe sólo por quebradas abruptas y afloramientos imposibles de roca gris. Otra vez el Pleistoceno a mi memoria y otra vez también la situación del narcotráfico. Lo que mis ojos ven es el límite entre Durango, Chihuahua y Sinaloa, no hace falta que aclare la fama de la zona. Es como ver el paraíso y que te afirmen es el camino al infierno.

Termino de escribir el número de la muestra en el tubito gris opaco donde las estoy guardando, aún me faltan otros cinco individuos y los cercanos son demasiado inaccesibles, conclusión a la que llego luego de imaginar cómo regresaría con una pierna rota o un vil tobillo luxado por los 200 mts que he bajado ya. Socorro, que está colectando otros juníperus misteriosos, me grita que va a volver a la cima por un ejemplar pero que están al tanto de mí. Su voz me llega en frases cortas y repetidas a las que respondo con el mismo estilo. No nos vemos porque estoy detrás de unas rocas, cuando me descubro me pregunta por un árbol cercano a mí: resulta ser una Pseudostuga que no nos interesa colectar. Sigo en mi búsqueda y cuando vuelvo a mirar atrás la botánica justo está desapareciendo tras una corniza.

Poco después encuentro conos y un individuo grande de la especie que ella busca. Grito para comunicarle mi hallazgo pero ya no me oye. Me parece alguna variedad J. deppeana, probable misterio resuelto. Fotografío la corteza y tomo un ejemplar para el herbario. Pruebo llamar de nuevo y mi voz, ridícula ante la inmensidad de la atmósfera, decide mejor perderse en los bosques. Me voy yo con ella, imaginado que el mundo está así de desierto (no se distingue ni un sólo pueblo) como esta vista sugiere. Sopla un viento frío y se me antoja volverlo gélido como los de las glaciaciones, transporto entonces este sitio al pasado, rebobino la vegetación y la orografía cientos, miles, millones de años... dibujo linajes de genes que se reparten (y no) en una red que no comprendo. Después sólo contemplo con la mente en blanco.

Ahora, un día después ya en la carretera de regreso, pongo (trato) mis ideas meticulosamente en orden y anoto puntos a discutir en mi tesis. Me divierto con migo misma: buscar respodner una pregunta (o siquiera contribuir a hacerlo) que es un detalle en el enorme óleo de la evolución del museo de la vida. Ya dejamos Chihuahua hace rato, la carretera 45 de Parral a Durango en este tramo está rodeada de Fouquieria splendens, una planta alucinante (diferente de alucinógeno) que invita a suponerla como la vegetación típica de Marte, total el suelo también es rojo y no tarda en aparecer algo como el Monte Olimpo.