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domingo, 14 de junio de 2015

La PerturbardoramenteSexy satisfacción de perseguir a Tim Hunt

Tim Hunt es un fisiólogo que ganó el premio Nobel en 2001 por su trabajo en división celular. Hasta hace poco trabajaba para la University College London en Inglaterra. Renunció a su puesto hace unos días gracias a la presión social que recibió tras hacer muy desatinados comentarios en la reunión Women in Science (Mujeres en la Ciencia) dentro de la conferencia mundial de perdiodismo científico que se llevó a cabo en Corea.

En resumen dijo que tener mujeres en el laboratorio es difícil porque te enamoras de ellas, se enamoran de tí y cuando las criticas: lloran. No es poca cosa si lo vemos desde lo ridículamente difícil que ha sido que las mujeres podamos ya no digamos dedicarnos a la ciencia o a lo que se nos pegue la gana, sino asistir a la escuela a aprender en qué va el mundo más allá del cómo ser mamás.

No exagero, ha tomado siglos. Y el que la sensualidad de las mujeres romperá el ambiente de trabajo con funestas consecuencias ha sido uno de los argumentos favoritos. Se me ocurre que tiene algo en común con la homofobia. Asumamos que la gente será incapaz de controlar sus impulsos sexuales ni de manejar con madurez sus relaciones interpersonales y mejor asegurémonos de que no puedan gustarse. Y lo de llorar... bueno, otro argumento histórico: que las mujeres somos entes emocionales incapaces de controlar nuestras hormonas. Como si los hombres fueran invictos campeones contra la testosterona. 

El punto, es que podemos enmarcar las palabras de Tim Hunt en ese arraigado sexismo en el que las científicas crecemos y logramos, o no, desarrollarnos. Yo me enteré por esta nota en la BBC,  que mi muy querido asesor Brent Emerson me envió en medio de bromas sobre lo comprendido que se sentía. Él es la clase de persona por la que nunca me he sentido discriminada y con quién es un privilegio colaborar. Yo respondí con bromas similares confesando que mi verdadero objetivo al hacer un doctorado en Inglaterra era conquistar a un futuro premio Nobel para ser la mujer detrás del gran hombre.

Mitras tanto el mundo también reaccionó. Y mucho. Medios como la BBC. Twitter estalló con el hastag #DistractinglySexy. Este video se volvió viral:


Y Tim Hunt renunció a la University College London.

Vivo en un país donde los servidores públicos, las celebridades y hasta los propios partidos políticos violan la ley abiertamente o hacen comentarios terribles sin que ocurran mayores consecuencias. Por eso aplaudí y puse como ejemplo el que un Mister Premio Nobel haya renunciado a su institución tras hacer comentarios así. Pero luego leí más sobre cómo fue el proceso para que renunciara, y entonces decidí escribir esto.

Lo que voy a decir a continuación no es para defender a Tim Hunt. Cometió un error y, en mi opinión, su disculpa (ver también esto) fue por haber "ofendido", no por considerar que sus comentarios vienen de una visión sexista que nos daña a todas, y todos. Pero pedirle a un investigador que renuncie debe pasar por un proceso donde se le permita explicarse. La decisión se tiene que analizar y, sobretodo, el qué se hará después más allá de que la universidad se lave las manos del malo-malo-macho que hizo tales comentarios.

La idea de exponer a Tim Hunt resulta perturbadoramente sexy, la noticia ha sonado muchísimo y no niego que brinda cierta satisfacción unirse a la campaña de #DistractinglySexy. Pero tengamos cuidado de creer que cazar chivos expiatorios va a solucionar el profundo arraigo del machismo y los estereotipos en contra de las mujeres en la ciencia. Creo también toca demandar de nuestras instituciones (y sociedad) erradicar el sexismo de raíz en vez de sólo enseñarlas a someterse a la furia de Twitter.


miércoles, 15 de abril de 2015

De nuevo

El Pleistoceno. Sus períodos glaciales que me parecían tan remotos. Sus mamuts extintos. Su Inglaterra cubierta de hielo. Sus volcanes del centro de México con nieves perpetuas mil metros más abajo de lo que están hoy. Su último máximo glacial hace más o menos veintiún mil años. Su fin hace diez mil.

No es tan lejano, ni en el tiempo, ni en cómo es parte de nuestro presente.

Lo siguiente que iba a pasar en esta entrada es que iba a describir porqué el Pleistoceno, o más bien su fin, a la fecha marca nuestra dieta. Pero se quedará pendiente para cuando esté más despierta. Por lo pronto mañana seguiré en un curso sobre vulnerabilidad agrícola ante el cambio climático, lo cual, como tanto de lo que hago, de nuevo me hace voltear la atención al Pleistoceno y a cómo la biodiversidad evoluciona y cambia su distribución en el espacio y el tiempo.


sábado, 10 de enero de 2015

Basura en La Malinche

Subir la Malinche fue una de las primeras cosas que quise hacer al volver a México.

Para subir  La Malinche hay que llevar al menos un litro de agua y algo de comer. ¿Porqué esto se traduce en botellas PET, cáscaras de mandarina y envolturas de chocolate que como semillas de Hansel y Gretel marcan el camino desde los 3,100 metros sobre nivel del mar hasta la punta misma arriba de 4,400? No se trata de unas cuantas basuritas ocasionales. Es un camino continuo de desperdicios humanos. Es la acción repetida e imagino deliberada de la gran mayoría de los visitantes.

Hay incluso un punto, donde el sendero abandona el camino pavimentado, que ya de plano es un basurero al aire libre.


Foto: Benjamin Blonder

¿Porqué la gente tira basura así en La Malinche? Es una pregunta que me hice por primera vez hace 15 años, cuando subí por primera vez La Malinche en una excursión escolar del Instituto Oriente. Esa ves muchos de mis compañeros abandonaron sus botellas de agua vacías en los arenales. Hoy casi todo mundo parece seguir haciéndolo.

La Malinche es el mayor pulmón y fuente de agua de la ciudad de Puebla. Tiene bosques y ecosistemas alpinos que vieron pasar las glaciaciones del Pleistoceno sin extinguirse, como una isla en el cielo que navega segura por un mundo cambiante y hostil. La vista desde la cumbre la mayor joya de los paisajes del Valle de Puebla-Tlaxcala.



Decir que la culpa la tienen las autoridades por no pagar a alguien que la recoja o poner basureros es el colmo del cinismo y el absurdo. La culpa es nuestra por tirar la basura y por tolerarlo. Yo llevo 15 años tolerando esta basura. Recojo las botellas que quepan en mi mochila y las envolturas que llenen mis bolsillos, me quejo y me pongo triste, pero la tolero. A fuerza de costumbre tolero la basura en La Malinche así como pueden aguantarse atrocidades peores sin que cambie nada.

Se necesita un cambio cultural, un cambio de conducta. Sí. Pero si nos sentamos a esperar nuestras desafortunadas barrancas de oyamel se llenarán de PET y los niños seguirán subiendo el sendero a la cumbre con la certeza de que la basura es parte del paisaje.

Quizá debiéramos comenzar por subir nosotros, como sociedad civil de poblanos y tlaxcaltecas, a recoger con nuestras propias manos la basura de La Malinche. Que organizarlo sea un objetivo de este 2015.