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jueves, 23 de octubre de 2008

Arroz con leche y calentamiento global


(Escribí esto hace año y medio para Contaminación Ambiental,
algunos datos nuevos podrían agregarse, pero la idea sigue siendo la misma)



Un gas invernadero es aquel que al estar en la atmósfera evita que la radiación infrarroja salga de la Tierra, aumentando la temperatura. Esto es llamado efecto invernadero, y es una de las propiedades de nuestra atmósfera, gracias a él tenemos un planeta relativamente cálido (un promedio de 15°C en vez de -18°C)donde la vida tal como la conocemos puede existir (Smith, 2001). La magnitud del efecto de un gas invernadero depende de sus propiedades para absorber y liberar la radiación, y de la cantidad en la que se encuentre.

Actualmente la elevada concentración de estos gases está causando el calentamiento global; o sea el incremento de la temperatura promedio de la Tierra. Tal fenómeno ya ha pasado antes en la historia de nuestro dinámico planeta, pero pocas veces en la velocidad que ahora está sucediendo. En doscientos años se ha casi duplicado la concentración atmosférica de cada gas invernadero. Gracias a eso, la temperatura de la superficie terrestre ha aumentado aproximadamente 0.6°C en el último siglo (IPCC, 2006). Suena mísero, pero la diferencia en unos cuantos grados podría causar desde el derretimiento de los glaciales y el aumento del nivel del mar, hasta la inversión del clima (inundaciones en sitios áridos, sequía en lugares húmedos), pasando por la redistribución de los ecosistemas, la extinción masiva de especies y todo lo que implica. En realidad, aunque los ánimos apocalípticos se prenden con facilidad, no existe actualmente un modelo que prediga con total seguridad cuáles serán las consecuencias si continúa el entibiamiento de la Tierra (Smith, 2001).

Lo que sí sabemos con certeza es que la concentración tan elevada de estos gases tiene un orígen antropogénico; el crecimiento exponencial de la población humana, el uso masivo de combustibles a partir de la Revolución Industrial y los desechos de la vida urbana pueden correlacionarse directamente con el repentino disparo en las concentraciones de los gases invernadero más importantes: bióxido de carbono, metano, cloroflurocarbonos, óxido nitroso y ozono estratosférico (IPCC, 2006).

Hasta aquí no cave duda que este ensayo trata sobre el calentamiento global, pero ¿Qué tiene que ver el arroz con leche? Pues bien, el rumen del ganado y los sembradíos de arroz son de los habitats donde más metano se produce y libera a la atmósfera. Estos sitios corresponden a parte importante de nuestras fuentes de alimento, por consiguiente han aumentado su cantidad conforme a los requisitos de la población mundial. La concentración atmosférica actual de metano es 1.7 ppmv, poco más del doble de lo que era hace doscientos años (.8ppmv). El metano es el segundo gas invernadero más importante, ya que aunque se encuentre en mucha menor concentración que el bióxido de carbono (355 ppmv) se considera mucho más efectivo como gas invernadero (Ferry, 1993).

¿Cómo pueden una vaca y una planta, el uno heterótrofo, el otro fotosintético, producir un hidrocarburo de cuatro hidrógenos enlazados a un carbono? No son ellos quienes generan el metano, sino un gran grupo de archeas anaerobias cuyo metabolismo es conocido como metanogénesis: la obtención de ATP a partir de un compuesto de carbono de bajo peso molecular e hidrógeno, desechando metano y agua al final de la reacción. La metanogénesis puede realizarse a partir de bióxido de carbono, acetato y otros. Las metanógenas, como buenos procariontes, se encuentran distribuidos en más habitats de los que supondríamos. Están en vida libre en las chimeneas marinas y en zonas anaerobias que se crean en aguas estancadas, como los pantanos o los cultivos de arroz; o en endosimbiosis junto con más archeas y bacterias dentro de organismos con dietas ricas en celulosa difícil de digerir, como las termitas madereras o los rumiantes.

Las metanógenas han existido desde antes que nosotros, pero no en las proporciones actuales. Basta con tratar de imaginar cientos de miles de cabezas de ganado (¿cuántas vacas habrá en el mundo?) y pensar que cada una eructa, producto de la metanogénesis que se lleva a cavo en su rumen, al rededor de cien a doscientos litros de metano al día. Si eso además lo multiplicamos por los 365 días del año el resultado final es de 80-100x1012 gramos de metano al año. Y eso que no consideramos el que se sigue produciendo en el estiércol antes de que se seque y las metanógenas mueran. La defecación de tres o cuatro vacas, o de seis cabras, expulsa suficiente metano como para abastecer la cocina de una familia y mantener bien iluminada una casa diariamente. Lo mismo va con el arroz, es el componente principal de la dieta en Asia, donde por cierto están los países más poblados del mundo. No puedo concebir en una sola imagen a 1.3 mil millones de chinos, pero sí puedo entender porqué se producen 70-120x1012 gramos de metano al año en los sembradíos de arroz. Lo cual equivale a de tres a ocho veces más metano del que anualmente se extrae como gas natural (Ferry, 1993). Quién diría que el arroz con leche fuera una mezcla (deliciosa) con origen tan ecológicamente problemático.

Los rumiantes necesitan a las metanógenas para poder digerir, el arroz requiere las aguas estancadas. La metanogénesis es un proceso natural, pero en última instancia ha aumentado gracias al Homo sapiens. Si contamos las emisiones de metano que directa o indirectamente son causadas por nosotros, nos encontramos con que el total se estima en 201-441x1012g de metano al año. Producto en menor medida de procesos y desperdicios industriales y automovilismo; y en mayor medida de ganado, sembradíos de arroz y quema de plantas.

Ahí están las metanógenas, seres minúsculos con el poder de cambiar las condiciones climáticas de la Tierra. Tal vez actualmente contribuyan al calentamiento global, pero muchos ojos ya las tienen en el centro de investigaciones que podrían disminuir los gases invernadero: desde aprovechar los gases vacunos hasta reciclar el bióxido de carbono generando metano para utilizarlo como combustible.
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• Ferry, G. James. 1993.
Methanogenesis. Ecology, physiology, biochemistry and genetics. Chapman
& Hall Inc. New York. EEUUA.
• Smith Robert Leo y Smith Thomas M., 2001.
Ecología. 4ta edición, Pearson Education, S. A.,
Madrid, España, 664 pp.
• Panel Internacional sobre Cambio Climático ( IPCC por sus siglas en inglés). Página WEB oficial,
última actualización 6 de juni
o del 2006.

martes, 14 de octubre de 2008

Caquitas de ratón

Estoy en la biblioteca de mi facultad estudiando para un examen de fisiología. Me encontré por azares del destino con un dato divertidísimo que de inmediato quise compartir con ustedes, pero como siempre el tiempo apremia y "guardar la idea para escribir un ensayo" sólo sumaría uno más a la larga lista de ensayos que les debo. Así que decidí inaugurar un nuevo tipo de entrada a este blog: curiosidades.

Tenía en mis manos el libro Animal Physiology de Schmidt-Nielsen y pasaba por su índice analítico en busca de la palabra "rodopsin" un pigmento relacionado con la vista cuando, decepcionada por no encontrar el término, leí en un istante automático rodents y como subtema coprophagy. Por la misma razón que puedo perderme horas en un diccionario terminé llendo a la página 149 a dar sólo un vistazo (y heme aquí).

La coprofagia significa literalmente comer excremento, que es precisamente lo que los roedores hacen no como una desviación extraña de comportamiento, sino como parte de su nutrición. La caca de roedor que popularmente conocemos, esas bolitas redondas tan parecidas a cierto cereal que cualquiera identifica como propias de un conejo, hamster, rata o ratón son sólo un tipo de heces, el otro es uno más suave, largo y ligero que el animal no "deja salir" así namás, sino que las ingiere directamente del ano (viva la elasticidad). Este tipo tan particular de desecho-alimento se mantiene separado del resto de las heces en el recto y su reingestión es clave para la sobreviviencia del animal: es parte de su digestión.

Se ha observado que si se evita la coprofagia de estas particulares heces (no puedo imaginar tal apartado en los métodos del artículo...) en ratas los animales tienen déficits de vitamina K, biocina y otras vitaminas, además de que su tasa de crecimiento disminuye entre 15 y 25%.

AHHHHH. No puedo dar más detalles porque falté una semana a clases (las dulzuras de ser biólogo e ir al campo) y falta menos de una hora para mi examen.... ¡diablos! Bueno... el apartado del libro continua explicando las diferencias entre los ratones y las libres y conejos y brinda otros datitos sorprendentes acerca de las consecuencias de evitar un hábito tan extraño para nosotros.

Sin duda este es un tema interesante que, según veo, se desprende de la problemática de localizar la fermentación de la celulsa al final del tracto digestivo. La celulosa es muy difícil de partir y los herbívoros lidian de maneras diferentes con eso, las vacas tienen un rumen y los roedores son coprofágicos ¿porqué no?